EL CICLO DE LAS ESTACIONES, UNA VISIÓN DESDE LA BRUJERÍA TRADICIONAL

Alexei Kondratiev ya nos hablaba hace mucho de la antigua concepción del Tiempo Sagrado,  “la continuidad cíclica dentro de la cual existe el espacio sagrado. La estructura del tiempo es dependiente del dualismo fundamental “Día-Noche”. El ciclo del año se divide en una mitad Giamos que comienza el 1 de noviembre y una mitad Samos, que empieza el 1 de mayo. La parte Giamos viene primero porque el inconsciente precede al consciente, una gestación oculta en la oscuridad. La primavera es la luz, el otoño la oscuridad. El pasaje de una a otra es una bisagra, un punto liminal al alcance del potencial infinito que ofrece el otro mundo.”

La tierra pulsa y cambia, las estaciones son una muestra de ello, durante la mitad luminosa del año los poderes de creación, potencia y las virtudes pertinentes están en nuestra parte de la “tierra”, generando vida, generando acción. Durante la mitad oscura del año, esa potencia baja a la Tierra Invisible, el reino de los Muertos disfruta entonces de toda la potencia creadora, que debe bajar para que ellos regeneren y para que la tierra de arriba, como si de un barbecho se tratara, reserve fuerzas para cuando la vida vuelva a cambiar de “Lado”.

Vemos cambiar las estaciones (aunque en nuestros tiempos modernos la primavera y el otoño ya apenas se notan) y eso desemboca inequívocamente en festividades. Normalmente ligadas a ciclos estacionales, celebraciones de vida, de cosechas y devociones a los ancestros para congraciarse con ellos y alejar a los seres y espíritus hostiles. El último exponente de las celebraciones lo vemos en las tradiciones newage y en otras, dónde estas festividades pierden todo sentido quedando fijadas, como si de mariposas clavadas en alfileres se trataran, en un calendario re-hecho, dónde ya nada mantiene razón de ser.

El peligro de celebrar las “festividades” cuando “tocan” es que nos desconectamos del territorio y sus espíritus, nos desajustarnos en un afán de ajustarnos; porqué estas “fiestas” ya no están resonando con el propio ciclo del territorio, sino que se han convertido en fechas estancadas, marcadas en el tiempo. Esto desemboca en prácticas ya vacías, en ritos de “libro” que poco tienen que ver con el mundo que nos rodea, y al cual paradójicamente, estas fiestas hacen referencia. A eso sumémosle otros cambios… ¿Cómo vamos a estar celebrando la llegada de la primavera si el aire se siente como pleno verano? Y al revés. Y sin tener en cuenta que los calendarios han ido cambiando a lo largo de las centurias, lunar, juliano, gregoriano…

Por tanto si queremos una práctica real, anclada en el territorio y en los espíritus que en ellos residen, debemos mirar alrededor, andar, conectarnos, recuperar sentido. Y aquí la clave es el “si queremos”. No hay una obligación de celebrar festivales, solsticios, equinoccios…  si algo no ocurre en tu tierra, no lo celebres. Saber qué ocurre en tu tierra o cuándo ocurre es primordial, y eso llama a un volver a los bosques, a los campos, a observar los ciclos reales, los ciclos de nuestro tiempo.

La Tierra misma es un Grimorio, que encapsula historias antiguas que conducen a caminos de poder que una bruja/o versado, entenderá.

Autora: Lidia Chalaux

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